Siempre quiso matar a alguien. Lo veía en las películas, lo leía en las novelas. Imaginaba a su mediocre profesor de Crónica para Prensa aportar su sangre a la escritura de la historia de la lengua castellana. Pensaba en elementos, en puestas en escena, en huellas. “Lo de menos es matar” decía su maestro. “lo que importa es la firma, cómo te identifiques”.
Tiempo después, en una habitación doble del Fort Worth Plaza, antes de entrar al baño miró cómo el polvo hacía un rayo de luz sobre la cama destendida y pensó “es un buen momento para morir”. Entró a la regadera y tomó el jabón. Quedó petrificado, sorprendido, inmóvil. Se llevó con atención el jabón a la nariz. “Debe oler a Mango”.
Tiempo después, en una habitación doble del Fort Worth Plaza, antes de entrar al baño miró cómo el polvo hacía un rayo de luz sobre la cama destendida y pensó “es un buen momento para morir”. Entró a la regadera y tomó el jabón. Quedó petrificado, sorprendido, inmóvil. Se llevó con atención el jabón a la nariz. “Debe oler a Mango”.
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